Viernes, 16 de noviembre
Sala Fotomatón
Apertura de puertas: 21.30h
Entrada: 6 euros (con consumición)
"Nothing Places es el proyecto en solitario del guitarrista y compositor Emilio Saiz (Madrid, 1986). Pop para mentes reposadas que no renuncian a la pasión del contraste. Un proyecto único dentro del panorama español. En definitiva, música envolvente que transporta a quien la escucha a lugares lejanos y realidades futuras, a un espacio que se llena de pop contemporáneo."
El día que su padre le regaló a Emilio Saiz la primera guitarra, con 13 años, se confirmó que algunas leyes del destino son de cumplimiento inexorable. El hombre que hacía entrega de aquel instrumento se llama Suso Saiz, productor reverenciado, músico impredecible y una de las mentes más curiosas y preclaras que frecuenta los estudios de grabación en este país. Pero él no ejerció ningún tipo de proselitismo; más bien, al contrario. “Mi padre nunca me enseñó un acorde ni procuró que me interesase especialmente por la música. Tampoco me llevó a ninguna academia. He sido autodidacto al cien por cien. Pero yo ya había descubierto por entonces a Jimi Hendrix o Jonny Greenwood [Radiohead] y sucedió lo inevitable: la guitarra se convirtió en devoción, en obsesión. En todo”.
Al joven Emilio Saiz (Madrid, 1986) le han cundido estos años de aprendizaje en solitario. Su primer álbum bajo la denominación de Nothing Places es la obra de un muchacho inquieto, imaginativo, poco amigo de los lugares comunes y ansioso por descubrir cuantos trabajos de rock experimental e inteligente caigan bajo la estela de su radar. Es el primer disco de un grupo que aún no existe, porque Emilio ha cantado e interpretado prácticamente cada nota que escuchamos, además de asumir la grabación y programaciones en la estricta soledad de su cuarto. Pero no ha querido firmarlo con su nombre propio porque le gusta pensar que algún día encontrará a sus aliados naturales. “Aunque no me quiero sentir un bicho raro”, subraya, “lo cierto es que no encuentro demasiada sintonía con los músicos de mi generación en España. Supongo que vamos más lentos y aprendemos más tarde, pero por ahí fuera siguen escuchándose cosas muy sugerentes”.
El insaciable radar del Emilio adolescente empezó deteniéndose, inevitablemente, en Blur y Radiohead, pero con los años ha ido ampliando su radio de acción. En Nothing places pueden intuirse ecos de King Crimson (“o más bien de Giles, Giles & Fripp, con ese enfoque entre cómico y surrealista”, matiza Saiz), experimentadores como Jim O’Rourke o David Sylvian (“me cautiva su actitud, las letras, cómo frasea con la voz”), el impredecible pop progresivo de Field Music o, en lugar destacado, Grizzly Bear y su guitarrista, Daniel Rossen, que también compagina su instrumento con la voz. Y las producciones de Chris Taylor, igualmente integrante del cuarteto de Brooklyn. “Me encanta cómo utiliza el espacio y el aire”, le alaba Saiz.
Con estos mimbres, el primer disco de Nothing Places tenía que ser tan poco convencional como finalmente ha sido; perfectamente asumible, por lo demás, para quienes se asomen a él con oídos ávidos y desprejuiciados. “Es la música que me ha salido de las entrañas y puede resultar un ápice experimental, pero no marciana”, refiere su firmante. “Algunas melodías se mueven demasiado y resultan más difíciles de memorizar, pero no hay nada rarísimo. Son las canciones pop de un guitarrista que está aprendiendo a cantar. Por eso cada vez seré más intuitivo y melódico escribiendo”.
Las canciones de un guitarrista. Emilio Saiz reconoce que hasta hace bien pocos años solo pensaba en las texturas de su guitarra, en los efectos, timbres o paisajes que podían emanar de esas casi inabarcables seis cuerdas. “Lo mío era un rollo más esotérico”, refiere entre risas este músico que en tiempos se confesaba “extraordinariamente tímido” y ahora ejerce de cordial chico introvertido. Solo cuando se sentó a escribir junto a Amaro Ferreiro para Glez, el proyecto que ambos compartieron con Suso Saiz y Toni Toledo, Emilio comenzó a pensar en eso que los ingleses denominan “The big picture”: el cuadro en su totalidad. Y nació el Emilio compositor, el que ahora se explaya con Nothing Places. “Fue un descubrimiento absoluto, global. Nunca me había atrevido a componer canciones, no había cantado en toda mi vida y sentía una inseguridad brutal con mi voz. Pero era fan de los Beatles desde niño y me atraía ese reto de perfilar un universo en poco más de tres minutos”.
Educado en un colegio bilingüe y con casi todas sus referencias estilísticas en inglés, la opción natural para Emilio fue expresarse sobre el escenario en la misma lengua que Damon Albarn o Thom Yorke. Y así, Nothing Places apuntala ya irreversiblemente la trayectoria musical de este jovenzuelo que llegó a comenzar dos carreras universitarias, Administración y Dirección de Empresas (en inglés) e Historia del Arte, para cerciorarse de que su camino era otro. “Saqué alguna matrícula, la verdad, pero no aguanté ni un año y medio. No te puedes criar en este mundo maravilloso de los estudios de grabación y luego verte abocado a una oficina”.
¿Y papá, ese creador escéptico que no quiso inocular a su vástago el veneno de los pentagramas? “Creo que le gusta y está contento”, anota Emilio, casi ruborizado. Y aclara: “Aunque hablamos horas y horas, casi nunca es sobre aspectos concretos. Pero ya me ha dicho que me quiere trabajando con él. Por eso intuyo que, más o menos, le convenzo…”.
Por Fernando Neira